Entramos en 1996 donde vamos a seguir moviéndonos entre el power y el metal extremo, pero también tendremos algunas sorpresas.
1996
1996, otro año de buena cosecha. Discos de altísima calidad, en algunos de los casos sus mejores obras, que siguen balanceándose, como el año anterior, entre el metal extremo y el power metal, aunque también tendremos alguna sorpresa y algún album de bandas consagradas.
1996, año en el que hay que reseñar el nacimiento de unos cuantos grupos que hoy en día son reconocidos a nivel mundial como los casos de Sonata Arctica, Arch Enemy (que este mismo año sacarán disco), Disturbed, los franceses Gojira (aunque nacieron con el nombre de Godzilla), unos jovencitos Nightwish o The Haunted, nacidos de las cenizas de At The Gates.
Pero también, como es lógico, tenemos decepciones. Por un lado, con discos flojos (no hablo de malos, al menos en todos los casos) si los comparamos con sus anteriores trabajos o con lo que se esperaba por su trayectoria musical. Ejemplos de ello tenemos el «Angry Machines» Dio, «Purpendicular» Deep Purple, «Slang« Def Leppard, «The great southern trendkill» Pantera, «Pure Instinct» Scorpions, «Undisputed Attitude» Slayer (a pesar de ser un disco de versiones) o «Skunkworks» de Bruce Dickinson.
Pero la gran decepción, el golpe final, la patada en el culo (a los fans y al estilo que los hizo grandes) la protagonizó Metallica. En este año se les ocurrió sacar a la venta un «disco» que titularon «Load«. Un trabajo de rock con toques, a veces, country que nada tenía que ver con los que era hasta ahora Metallica. A esto le sumamos que las canciones no tenían pegada, no enganchaban, tenemos un disco más que prescindible. Pero Metallica, lejos de rectificar, quisieron seguir hundiéndose en el fango y años más tarde perpetrarían unos cuantos atentados sonoros más, léase «Re-Load«, «St Anger» o «Lulu«. Qué penita!!!
COMENZAMOS
Hablemos de música. El día 20 de febrero fue el día elegido por dos bandas para presentar en sociedad dos discazos. Desde Brasil nos llegaba una nueva entrega de Sepultura. Este titulado «Roots«. Solo con el título (y los precedentes) podíamos intuir que su «relación amorosa» con la música tribal brasileña iba a continuar….y no nos equivocamos. Pero lógicamente no se trataba de un disco de música brasileña. El thrash (en menor medida) y el groove (que más tarde adoptarían definitivamente) estaban muy presentes en este trabajo. «Roots» también fue el último trabajo de Max Cavalera en Sepultura.
La otra joya de este febrero es el segundo album de estudio de los suecos In Flames que titularon «The jester race«. Con él ocurren dos hechos: el primero es la consolidación definitiva de In Flames como una de las grandes bandas de esa ola escandinava que estaba arrasando por toda Europa. La otra es que junto al «Slaughter of the soul» de At The Gates y el «The gallery» de Dark Tranquillity, publicados ambos el año anterior, teníamos ya la base del sonido Gotemburgo que marcó el death metal melódico salido de Suecia. «The jester race» fue el primer disco con Anders Friden a la voz y también el primero en que Bjorn Gelotte está en la batería, luego asumiría las labores de guitarra.
Y de nuevo Helloween. Dos años después de su «resurrección» con «Master of the ring«, esta vez regresaban con otro discazo que demostraba que el anterior trabajo (y primero con Andi Deris) no había sido una casualidad. «The time of the oath» ahondaba en las virtudes de su predecesor y eso se plasmó en un disco espectacular, solo hay que echar una escucha a temas como «Steel tormentor», «Before the war», la que daba título al disco «The time of the oath» o la maravilla llamada «Power«.
Desde Brasil, como Sepultura, llegaba Angra, aunque con estilos totalmente opuestos. La banda de Sao Paulo practican un power metal que nada tenía que ver con lo que hacían los hermanos Cavalera. Finalizando marzo, Angra lanza «Holy land«, su segundo y muy ambicioso disco. Si ya habían llamado la atención positivamente con su debut «Angels cry«, este segundo trabajo solo venía a reafirmar que estabamos ante una banda espectacular. Solo hay que ver los dos hachas que tenían, Kiko Loureiro (ahora en Megadeth) y Rafael Bittencourt. «Holy land» es un disco conceptual compuesto no solo de power metal sino de otros estilos, incluso música brasileña. Donde mejor se aprecia la calidad compositiva de la banda es en «Carolina IV«, el tema más extenso del disco y una delicia de más de 10 minutos.
Volviendo otra vez a Suecia, volviendo otra vez al death metal melódico, esta vez le llega el turno al quinto disco de Edge of sanity. «Crimson«, que así es como se tituló este trabajo, es un disco que contiene solamente un tema de 40 minutos, pero ¡¡¡ qué tema !!!. Como entederás, si nunca lo has escuchado, se trata de un tema variado pero donde predomina sobre todo el death metal. Esos cambios de estilo que vamos encontrando se deben fundamentalmente al seguimiento que la música hace de la historia que se narra en él. Disco fundamental y necesario.
Muy cerquita de ahí, en Finlandia, de nuevo un disco de Stratovarius. Esta vez con la formación más clásica que han tenido (ya con Jorg Michael a la batería y Jens Johansson al teclado) los chicos de Tolkki se sacaban una monstruosidad (por lo bueno) de album titulado «Episode«. Power metal de altísima calidad reflejado en joyas como «Father Time«, «Will the Sun Rise?«, «Speed of Light«, «Stratosphere» o la preciosa balada «Forever«. Uno de los mejores discos de los finlandeses y uno de los mejores de power de todos los tiempos.
Volvemos al metal extremo de la mano de Cannibal Corpse. Tras su éxito del 92 con «Tomb of the mutilated» y «The Bleeding” del 94, ahora atacaban con otro de los discos que los fans de la banda ponen en el podium, “Vile”. Fue el primer album con George «Corpsegrinder» Fisher a la voz y para muchos esta entrada de «Corpsegrinder» supuso una mejora considerable en la banda. Ya se sabe que hay gustos para todo. Las letras siguen hablando de lo mismo, la portada muy gore como siempre y la música sigue siendo una patada en la cara.
La gran sorpresa del año ( y probablemente de la década) nos vino de nuevo desde Finlandia, pero esta vez no se trataba de una banda de power metal ni nada por estilo. Esta vez era una banda de violonchelistas. Sí, cuatro tipos haciendo metal con violonchelos. Grabaron un disco titulado “Plays Metallica by Four Cellos”. Este disco no es ni mucho menos el mejor disco de Apocalyptica, pero está en esta sección porque fue un momento destacable en la década: cuatro tíos haciendo versiones de Metallica con chelos. A partir del éxito de este disco la banda comienza a facturar discazos y a su vez comienza a incorporar, primero batería (Dave Lombardo de Slayer fue el primero en tocar en la banda) y más tarde voces, con destacados músicos.
Aún en pleno verano nos llegaba el segundo disco de los suecos Opeth. Bajo el título de “Morningrise”, con una portada fantástica, Opeth sacó posiblemente su mejor trabajo. Temas extensos, todos superan los 10 minutos y uno los 20, y una mezcla perfecta entre death metal y metal progresivo, “Morningrise” es una maravilla. Discazo de cuando aún hacían música potente y no como ahora que están muy alejados del death metal y el doom que los vio nacer.
Durante el otoño nos tomamos un descanso de tanto discazo, y es a principios del invierno cuando volvemos a la carga. Lo hacemos con una nueva entrega de los autoproclamados Reyes del Metal, los neoyorquinos Manowar. “Louder Than Hell” es el título que eligieron para este trabajo, que escuchándolo hoy en día pudiera parecer un “grandes éxitos” de la banda. Todas y cada una de las canciones de este disco son de lo mejor de la discografía de Manowar, y es por ello que “Louder Than Hell” es probablemente su mejor disco….y es que “Los dioses hacen Heavy Metal”.
Y el 12 de diciembre acabó el año (metalmente hablando) con la publicación del debut de Arch Enemy, una banda que estaba compuesta por Johan Liiva a la voz (más tarde entraría Angela Gossow y mucho después Alissa White-Gluz), Daniel Erlandsson a la batería, pero donde descatan espectacularmente las guitarras de los hermanos Michael y Christopher Amott. Los dos le dan un toque melódico a la música de Arch Enemy poco vista hasta ese momento. Pero esto podía ser algo previsible si nos fijamos en los últimos discos que había publicado Carcass en esos años (especial atención a la joya “Heartwork”) donde Michael ya hacía sonar su guitarra de esa manera y que no ha abandonado hasta ahora.
Y con esto y un bizcocho………hasta el próximo capitulo, donde veremos una buena cantidad de discazos editados en 1997. Si crees que en este 1996 que estamos viendo hoy falta algún disco , no olvides comentarlo en nuestro facebook.
Redacción y dirección: Salva Arteaga