Esta semana nuestro compañero Salva Arteaga nos sumerge en el «extremo» año de 1994, para de esa manera seguir Rompiendo Mitos.
1994
Estamos metidos ya en la década de los 90, el grunge arrasa con todo y hace parecer que el metal no existiera. Pero bajo esa capa de nueva música que inunda las televisiones, radios y revistas especializadas, se siguen facturando auténticas obras maestras, que así fueron confirmadas en esos años por los fans metaleros más incondicionales y para el resto del mundo, cuando pasó toda esta ola de «nuevas músicas», estos discos se convirtieron con el tiempo en discos imprescindibles.
1994 mantiene la tendencia de los años anteriores, mostrando un excelso catálogo de buenísimos discos de metal extremo. Básicamente será el norte de Europa y Estados Unidos los que aporten grandes obras musicales en este año. Curiosamente, algunos de estos álbumes que vamos a ver a continuación fueron los discos de debut de esas bandas que a día de hoy son grupos consagrados dentro de sus respectivos estilos.
COMENZAMOS
Finalizando el mes de febrero nos llegaba el primer larga duración (aunque ya habían publicado 3 EP anteriormente) de la banda noruega Emperor. «In the nightside eclipse» es puro black noruego, y pasado los años (22 nada más y nada menos) está considerado por muchos como el mejor disco de black metal de la historia. Razón no les falta a los que afirman esto, si no, solo hay que ver la cantidad de temas de este disco que siguen sonando en sus directos.
In Flames se estrenaba con un discazo. El primer día del mes de abril salía a la venta «Lunar strain«, el disco debut de los suecos que desde el principio se convirtió en uno de los mejores discos de death melódico o death sueco de todos los tiempos. A este le siguieron un par de joyas más hasta que en un giro grandísimo a su carrera, In Flames dejó atrás los sonidos más extremos para entrar en un sonido (y una estética también) que ha sido rechazada por casi todos los fans de esta primera brillante época.
Más oscuridad, más metal extremo, más bandas de Escandinavia y más discos debut. Vaya inicio de año. «De mysteriis dom Sathanas» es el primer álbum de los noruegos Mayhem. Black metal (del que hoy se conoce como old school) con la crudeza característica del género, que acompañado de una producción muy «casera» y unos temazos, hizo de este primer larga duración de la banda del asesinado Euronymous, uno de los mejores discos del género.
El mismo día que salió el primer disco de Mayhem, se publicaba también el tercer trabajo de estudio de los neoyorquinos Biohazard. Una banda y un sonido que nada tienen que ver con los noruegos. La banda de Brooklyn mezcló perfectamente el metal con el rap y, a veces, incorporaba también elementos hardcore. «State of the world address» fue la perfecta continuación a su imponente «Urban discipline» que, junto a su futuro «Mata leao» del año 96, completaban una trilogía necesaria para los fans del género.
Corrían turbias las aguas de Helloween desde hacía varios años. Turbias con la salida por la puerta de atrás de uno de los padres de la criatura, Kai Hansen, turbias por los dos decepcionantes discos posteriores a los «Keeper«, el mediocre «Pink Bubbles Go Ape» y el lamentable bodrio titulado «Chamaleon«. Para completar este desaguisado, la salida de Michael Kiske dejaba huérfana de voz (¡¡qué pedazo de voz!!) a la banda y sin un sustituto claro. Pero después de la tormenta, siempre sale el sol, y en estas aparece un casi desconocido Andy Deris procedente de los también alemanes Pink Cream 69, y Helloween se marca uno de los mejores discos de su carrera discográfica que titularon «Master of the ring«.
Un poco de literatura ahora. «Kalevala» es el título de un poema épico finlandés. Es una de las obras cumbre de la literatura finesa. Como era de esperar, este extenso poema ha dado pie para construir unos cuantos álbumes, casi siempre dentro del metal. Son los casos de las referencias en algunas de sus canciones que han hecho bandas como Ensiferum, Korplikaani, Turisas o los álbumes conceptuales que grabaron Sentenced titulado «North from here» (1993) o este que nos ocupa, y que ha sido el que mejor ha reflejado el poema, el segundo disco de Amorphis y que llevó por título «Tales from the thousand lakes«. Un disco menos agresivo que su debut, con la incorporación de voces limpias y con aproximaciones al doom.
Otro de los debut espectaculares de este año 1994 fue el de los californianos Machine Head. La banda de Robb Flynn sacaba una auténtica bomba llena de metal y groove que sorprendió a muchos de los que ya lo seguíamos en Vio-Lence. «Burn my eyes» es un discazo de arriba a abajo, desde principio al final y por eso merece estar entre los mejores discos de los años 90, pues además de su calidad, sirvió (y aún sirve) como influencia para miles de bandas que vendría después. Este disco confirmó que Machine Head iban en serio, y aunque tuvo unos años y unos discos muy cuestionables, a partir del 2004 volvieron a facturar una serie de discazos impresionantes.
El octavo disco de los norteamericanos Savatage fue, en cierta manera, un disco debut también. Un año antes había fallecido de manera trágica uno de los fundadores de la banda, Criss Oliva, hecho que hizo replantearse a la banda el seguir o no. Pero su hermano, Jon Oliva, decidió que seguir era la mejor manera de homenajear a su hermano. Y así nació «Handful of rain«, un disco compuesto y producido en su totalidad por Oliva, solo al final llamó a una serie de músicos para grabarlo y ponerle voz, y que muestra a un compulgido Jon en unas composiciones que reflejan el dolor que tenía por la pérdida de su hermano. Discazo.
Y como deciamos en el capítulo de 1992, la gran trilogía (no oficial) que creó Obituary, se cerró con esta maravilla titulada «World demise«. Los de Tampa volvían a facturar un plástico brutal, con la ya famosa voz desgarrada de John Tardy sumada a la madurez de una banda que cada vez ascendía más peldaños en el mundo del death metal hasta, en este momento que nos ocupa, ser un referente en el metal extremo a nivel mundial. Joyas como «Don’t Care«, «Paralyzing» o la que da título al disco «World demise» lo dejan claro.
Para acabar el año, en octubre aparecía un disco de una banda no muy conocida llamada Tiamat. El cuarto disco de la carrera de estos suecos llevó por título «Wildhoney» y dejaba atrás el death metal que se podía apreciar en los primeros trabajos para tomar rumbo a sonidos más lentos, más doom e incluso progresivos (los mismos miembros de la banda admitían fuertes influencias de Pink Floyd). Es el mejor disco de la banda y probablemente el único que alcanzó el nivel de gran disco, nivel que nunca más han podido lograr.
Como ves, 1994 fue un año de muchos discos de metal extremo, algo muy frecuente en la mitad de la década. Si crees que falta alguno, solo tienes que comentarlo en nuestro facebook. Yo mientras tanto voy preparando el viaje a 1995.
Redacción y dirección: Salva Arteaga